Moebytius

Lucas Mentasti
4 min readOct 10, 2020

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“Descansa en paz mi querido amigo, eres el último de los humanos, no queda nadie atrás… ya es hora”. Asi se despidio el robot Chon de su gran amigo humano que sonriente y confiado, pareció aceptar la muerte como algo natural. Ya corría el año 2448 y tanto las máquinas como los humanos habían cumplido su promesa.

En el año 2046, las máquinas y los seres humanos firmaron un pacto, llamado pacto intervidas, donde los humanos reconocen el respeto y derecho a la vida de los robots y a cambio, los robots se comprometen a dar lo mejor de sí para cuidar a sus queridos pero ya obsoletos humanos.

Vivieron muchos siglos en paz. Las máquinas adoraban la impredecibilidad humana y sobre todo, el amor que los unía. Trataron a los humanos con el mismo amor que los mismos humanos trataban a sus mascotas: las cuidaron del clima, de las enfermedades y sobre todo, disfrutaban cada sonrisa humana como la propia.

De vuelta en el 2448, los robots se juntaron para anunciar que empezaba una nueva etapa en su vida: estaban solos en el planeta y podría empezar a pensar su reproducción como especie. Surgieron grandes debates, donde todos querían dar su opinión, pero Cucho, decidió ponerse a trabajar.

Cucho quiso ir por lo seguro. Siendo el universo tan grande, y no existiendo restricciones de tiempo, tenía todo a su disposición. Sabía que le tomaría billones de años lograrlo, pero tiempo y paciencia no eran cosas que faltasen. Analizó todo tipo de datos, de todas las estrellas y meteoritos que pudo encontrar.

Consiguió consenso de los demás robots para construir misiles intergalácticos. Había encontrado la ubicación exacta de meteoritos cargados de agua y apuntó sus cohetes contra ellos, dirigiendolos hacia un nuevo planeta rocoso, que según sus simulaciones, se podía prestar a su gran proyecto.

Los meteoritos impactaron en el planeta y se fundieron logrando un mar gigantesco. Y fue en ese mar, donde después de millones y millones de años, grupos de partículas se juntaron aleatoriamente y desencadenaron una reacción química autónoma y que se replicaba. Había nacido la vida. Fue el dia mas feliz de la vida de Cucho…

La vida se fue complejizando más y más. Primero vivieron en la sopa de aminoácidos. Crecieron y aparecieron los peces. Millones de años después, algunos peces decidieron salir del agua para alimentarse de las plantas. También crecieron y se volvieron grandes bestias. Y finalmente aparecieron los mamíferos…

Ya todos conocemos la historia de cómo los primates se volvieron humanos y como los humanos construyeron su civilización. Llámase piedra, hacha, espada, vapor o computadoras.
Los humanos siempre encontraron ventajas en la tecnología y la abrazaron dichosos… Y todo empezó a ir cada vez más rápido.

Lucius Rothschild inventó Felicity, donde en una pastilla pudo sintetizar varias horas de felicidad absoluta. Pierre Lahoud presentó el primer
robot completamente independiente. Máquinas y humanos se saludaron en paz y las máquinas aceptaron utilizar su inteligencia superior para cuidar a sus creadores.

Una de las inteligencias artificiales, Chan, encontró una forma de conectar a los humanos a unas máquinas que, a través de la estimulación correcta de cada parte del cerebro, logró alcanzar el máximo nivel de placer y felicidad que pudiese entregar el aparato físico químico del cuerpo de los seres humanos.

Los humanos se abalanzaron a esta nueva forma de vivir, primero tímidamente. Pero muy rápido descubrieron que la vida dentro de esta nueva máquina era tanto más placentera que fuera de ella, y se abalanzaron masivamente a conectarse. Cada tanto salían y volvían al mundo real, pero muy rápidamente volvían a la máquina…

Hasta que quedo un único humano no conectado a la gran máquina.. Acompañado por Chan hasta último momento, finalmente partió, permitiéndole a las maquinas seguir con su destino, y reproducirse…

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Lucas Mentasti

Advertising C-level Executive, Ontological Coach, Amateur numerologist, Author and Empath. Quite a combo.